martes, 22 de noviembre de 2011

ARTICULACIONES


Articulación de diferentes asignaturas, a partir de las cuales se abordara la temática elegida y presentada en el blog: 

Ciencias sociales: Ubicación geográfica de cada cultura originaria y análisis de las costumbres y tradiciones de cada pueblo.
Lengua: Características del género literario: mito y leyenda.
Educación plástica y tecnológica: Producciones artísticas y construcción de diferentes herramientas.
Música: Construcción de instrumentos propios de cada pueblo originario y aprendizaje de danzas folklóricas.

Actividades a proponer a partir de los mitos y leyendas del blog:



- Reconocimiento de características generales de los mitos y leyendas, para poder analizarlas en cada propuesta.
- Lectura comprensiva e interpretativa.
- Debate y puesta en común de lo leído y de cada producción personal realizada por los estudiantes.

LEYENDAS TOBAS

LOS PECES DEL DILUVIO
La acción arrasadora de un diluvio se intercaló con la brillante salida del sol durante muchos días. Entonces aparecieron peces nadando cerca de las casas. Los tobas no tenían espacio para apoyar los pies y comenzaron a elevar el fuego hacia la copa de los árboles. Pero la lluvia continuaba arremetiendo con más fuerza; apagado el fuego, sobrevenía el hambre. Hombres y mujeres caían famélicos al agua, presos de las devoradoras palometas 1.
El diluvio pasó y el agua bajó también. Muchos murieron, pero los sobrevivientes se instalaron en diversos lugares y establecieron nuevos campamentos.
Y otra vez el pueblo toba se reprodujo.

 1- Pez comestible





 LAS PLUMAS DEL ZORRO
Y cuando ya pasó mucho tiempo de este acontecimiento, nuevamente aparecieron aquellos hombres con forma de ave que se habían retirado hacia la montaña por un tiempo. Cada mañana descendían, durante el día pescaban, y a la tarde regresaban a sus casas.
En ese momento arribó el zorro sagaz, persona muy mañosa. Se encontró con los pescadores una mañana y se acercó con la intención de acompañados. Les preguntó sobre su origen y los hombres respondieron que provenían del cielo, a donde regresarían esa misma tarde. El zorro sagaz quiso ir con ellos, pero enseguida le advirtieron que no tenía alas y por lo tanto no podría ascender. Sin dudar, él les pidió que le preparasen algunas plumas para colocárselas; los hombres lo pensaron: le contestarían más tarde. Pero el zorro insistió, incansable, hasta que obtuvo un resultado satisfactorio. Cada uno de ellos se sacó una pluma y se la entregó. Una a una, las acomodó y formó un par de alas.
Aseguró que los acompañaría mientras brincaba, intentando volar.
De repente, en un salto, se elevó y giró por encima de los hombres sin dejar de observarlos. Aterrizó con rapidez, orgulloso de su triunfo.
Después del largo día de pesca los hombres se prepararon para volver a sus hogares. El zorro sagaz fue el primero en emprender el vuelo. Lejos ya de la tierra, el jefe Tuyango -de hermosas plumas rojas- dio inicio a una costumbre propia de los pájaros y se arrancó una pluma y la dejó caer hacia la tierra. Todos repitieron la acción. Para su desgracia, el zorro se sacó las plumas que más lo hacían volar y comenzó a perder altura. Alcanzó la tierra y se hizo pedazos.
Una fuene tormenta sacudió su cuerpo y el zorro sagaz suspiró, recordaba qué dulce había sido su sueño, y revivió.
 



EL VUELO
Enseguida apareció un avestruz, que al verlos cantó: tom, tom. Los niños quisieron atraparla y le ordenaron a sus perros que la siguieran. Acorralado contra el monte, el avestruz daba un salto cada vez que los animales avanzaban. De esta manera, sus patas largas esquivaban el ataque y reanudaba la huida. Con su último brinco se elevó y los perros volaron detrás de él. Los niños los siguieron: codo a codo los dos hermanos, y después la pequeña niña.
Se fueron todos hasta el cielo, alcanzaron las estrellas. Cuando el avestruz se detuvo, los perros se prendieron de su cuello, pero no lo mataron. Así permanecieron, secundados por los niños: parados, los varones lado a lado, y la menor detrás.
En esa posición generaron una nueva constelación, y sus nítidas figuras se aprecian durante el invierno: el sur señalado por la cabeza del avestruz
 



LA UMITA
Se trata de un personaje que emana temor, muy difundido en el noroeste argentino y en Santiago del Estero. La umita es una cabeza humana desprovista de cuerpo, que deambula al ras del suelo, a lo largo de los solitarios senderos. A veces, suele aparecer en taperas (ranchos abandonados).
Su aspecto es desagradable: cabellos largos y desprolijos, mirada desencajada, dentadura despareja que sobresale de la boca. Avanza con un llanto lastimero hacia los caminantes para solicitarles ayuda. Necesita descansar en paz y por eso pide que recen para que pueda lograr el perdón divino.
Nunca se pudo determinar el origen del sufrimiento de la umita, porque el terror que infunde no permite que los caminantes permanezcan cerca de ella. De esta manera su propio aspecto le impide resolver su pena.
El valiente hombre que supera el miedo y logra pelear contra ella, debe hacerlo durante la noche. Al amanecer se transforma en toro o ternero, .y de esa manera le comunica el motivo de su sufrimiento. Pero el secreto permanece oculto, porque el escucha enmudece.
Si alguien se anima a soportar su desagradable aspecto, conseguirá su amistad. Lo acompañará por los senderos, cuidándolo de los peligros y de los espíritus malignos.
La presencia de la umita está difundida en casi todo el territorio argentino debido a las constantes migraciones de los conocedores de esta leyenda.
 



GUALOK Y LAS ESTACIONES
En el comienzo de los tiempos los indígenas disfrutaban un pleno bienestar, con un clima muy apacible y se desconocían los fenómenos meteorológicos responsables de los cambios ambientales. Naktii Noón era la representación del bien, a quien se agradecía mediante diversas demostraciones el mantenimiento de este contexto de armonía.
Nahuet Cagüen, la figura del mal que vivía en las tinieblas, decidió calmar su ira a través de una expresa venganza: creó las bajas temperaturas, los fuertes vientos y las lluvias incesantes bajo la imagen de Nomaga, el invierno.
Una vez finalizada su obra, se jactó ante el pueblo toba y les aseguró que padecerían el frío hasta que muriesen. Refiriéndose a la tarea de Nomaga, les auguró sufrimiento. Además, les prometió que el sol dejaría de brillar en su tierra, y el cielo se cubriría por nubes perpetuas. Por esto mismo, la naturaleza perdería energía e iniciaría una lenta agonía, producto del helado y perjudicial invierno.
Los tobas comenzaron a llamar a Naktii Noón, entre gritos desesperados, para que los abrigara con su calidez y detuviera la acción del mal. Los cuatro representantes predilectos más escuchados fueron: el palo borracho, la planta del patito, el picaflor y la pequeña viuda; a ellos encomendaron la tarea de suplicarle al bien que esparciera calor sobre la tierra.
Ya informado de esto, el bien los transformó en la flor del algodón, gualok. Concentró allí cada uno de los destacados atributos de los representantes.
Bajo el cielo al fin despejado, la flor gualok llegó a la tierra y se abrió lentamente. Los tambores comenzaron a resonar y las semillas iniciaron su viaje llevadas por el viento. El ciclo de la naturaleza retornó su vigor, nuevos algodonales nacieron, nuevas semillas se esparcieron. Infinitamente se repitió hasta cubrir completamente de blanco la tierra toba. La suave hebra del algodón se transformó en túnicas blancuzcas, tejida en el telar de urunday5. Los tobas las colorearon y con ellas cubrieron sus cuerpos; los cantos inundaron el aire para agradecer la protección de Nakta Noón.
Derrotado y enfurecido, Nahuet Cagüen se abalanzó como una nueva adversidad y se convirtió en la lagarta rosada, plaga maldita del algodón.



 
5- Arbol dicotiledóneo cuya madera rojiza se emplea en la fabricación de muebles, telares y embarcaciones.





LEYENDAS QUECHUAS

LA VIEJA DIABLA
Ocurrió que dos pequeños hermanos, una niña y un varón, fueron enviados por sus padres a buscar leña. Avanzaban alegres mientras recolectaban troncos y ramas para el hogar. De repente, visualizaron a lo lejos un cúmulo blanco. Pensaron que se trataba de leña, pero al acercarse se desilusionaron frente a un montón de huesos de caballo.
Los hermanos continuaron la tarea por el camino. Nuevamente se abalanzaron hacia un conjunto blanco, pero tristes descubrieron que se trataba de cañas de bambú. Siguieron buscando hasta que cayó la noche. Sentían miedo y frío, hasta dudaron de su propia capacidad para retornar al hogar: estaban perdidos.
Avanzaron hasta la luz que provenía de una cueva. -Hola -dijo una anciana-  ¿A qué debo su visita?
Los niños le relataron lo sucedido, le confesaron que tenían temor, hambre y frío, y le rogaron que los albergara por esa noche.
La anciana aceptó y les ofreció papas y carne asada, pero les sirvió piedras y pulpa de sapo. Ubicó al niño en un rincón para dormir y ella permaneció junto a la niña rolliza y sonrosada.
Al día siguiente, el niño buscó, sin éxito, a su hermana. La vieja le contó que había ido hasta el pozo para traer agua. Le alcanzó una calabaza y le pidió que también fuera allí.
Al llegar, encontró, en vez de su hemana, a un pequeño sapo, que le dijo:
-Eso no es una calabaza, es su cabeza. Es la calavera de tu hermana donde llevas el agua. La vieja se la comió durante la noche. Croac, croac, croac. La anciana es bruja, diablo y duende; no regreses a su cueva.
A lo lejos se acercaba la vieja bruja, insaciable, con más hambre de niño. Asustado, logró llegar a su casa y contó todo. Sus padres decidieron ir por la pequeña hermana.
Ni vieja, ni cueva, ni hermana pudieron encontrar.



 EL PODER DE AMARÚ
Dicen que en aquel tiempo hubo una sequía tan grande que murieron las plantas y desaparecieron hasta los líquenes y musgos bajo la fuerza del sol implacable. Al perecer los árboles, la tierra sin sombra se resquebrajaba provocando grietas profundas. Cuentan que hasta la flor de qantu, que se encuentra en los terrenos más áridos, sintió secarse sus pétalos. El último capullo que quedaba aferrado a la vida, no se animaba a abrirse por miedo a calcinarse en medio de tanta sequía y calor. Sin embargo no podía quedar cerrado mucho más tiempo, moriría sin nacer.
Así, con toda su pequeña fuerza de capullo pidió por su vida... y algo muy extraño sucedió: a medida que se abría, sus pétalos fueron transformándose en alas. Entonces, feliz y agitando todo su cuerpecito se desprendió de la planta calcinada convertido en colibrí.
Voló hacia la cordillera y llegó agotado hasta la laguna de Wacracocha. Sintió que sus alas ya no le respondían: si se detenía a beber, se ahogaría. Con un esfuerzo que excedía su pequeño cuerpo, siguió volando hacia la cumbre del Waitapallana. Tenía que cumplir con su objetivo, sino ¿de qué serviría el milagro de estar vivo? Finalmente, se posó agotado en la cima helada por el viento, y con su último hálito suplicó ternura y piedad al padre Waitapallana, para que salvara a la tierra que desaparecería a causa de la sequía.
Después de su acto heroico, el colibrí murió.
Waitapallana se sintió sumamente apenado al observar el paisaje devastado, la esterilidad de la tierra... Pero aún se percibía el aroma de la flor de qantu, de la última flor. Él amaba a estas flores que solían engalanar su vestimenta y su fiesta. Sufrió tanto al darse cuenta de que el final estaba cerca que dos lágrimas de dura roca resbalaron hasta la superficie de Wacracocha y, ante la conmndencia de tremenda congoja, las aguas se abrieron e hicieron temblar al mundo.
Pero no terminó allí el movimiento que asustó a todo ser que todavía quedaba vivo: el estruendo y las lágrimas de Waitapallana llegaron al fondo de la laguna y despertaron al amarú, que amodorrado descansaba enroscado a los pies de la cordillera con la cabeza apoyada en los bordes del espejo de agua. Todavía sin entender, comenzó a desperezarse mientras la tierra se movía violentamente. La laguna, agitada, dejó ver entre la espuma su cabeza de llama con ojos cristalinos y hocico rojizo, su cuerpo de serpiente alada y su cola de pez.
Totalmente despierta y furiosa por haber sido molestada, la serpiente se elevó en el aire opacando al sol con las llamas de ira que irradiaba su mirada.
¿Qué hacer? ¿Cómo defenderse de tan terrible amenaza? Miles de valientes guerreros con corazas y espuelas aparecieron como por arte de magia y se lanzaron a combatida. Así, la lucha fue desigual... el poder del amarú resultaba indescriptible: del hocico surgió una niebla espesa que fue a parar a los cerros, por los estrepitosos y violentos movimientos de sus alas comenzó a caer una lluvia en torrentes, de su cola de pez se desprendió el granizo y de los reflejos dorados de las bellas escamas nació el arco iris. Los guerreros perecían en "lUl acto tan heroico como el del colibrí: una cadena necesaria de acontecimientos. Sus muertes no eran en vano.
Así renació la vida cuando ya parecía extinguida, reverdeció la tierra y se llenaron de agua clara los puquíos. El amarú, satisfecho, descansó.
Los quechuas lo saben, todo está escrito en las escamas del amarú, las vidas, las cosas, las historias, las realidades y los sueños; es por eso que la serpiente alada siempre sabe lo que hace.



LAS TERMAS DE CACHEUTA
Esto pasó en el año 1532. Se cuenta que un chasqui llegó a las tierras de Cacheuta, poderoso cacique que dominaba las tierras de la actual Mendoza y los valles aledaños. El joven emisario no traía buenas nuevas: el gran Atahualpa, el señor inca, heredero del Inti, había sido tomado prisionero y los pueblos hermanos pedían ayuda.
Cacheuta era un cacique guerrero sumamente solidario y no escatimó esfuerzos para organizar la campaña de liberación del señor de todos los quechuas. Exigió colaboración a sus súbditos y unos días después ya estaba todo preparado: un grupo de llamas esperaba cargado con petacas de cuero repletas de objetos de oro y plata. Los hombres, listos para emprender el viaje de rescate.
La expedición partió. El plan era sencillo: el oro y la plata negociarían la libertad del soberano de los quechuas. Pero el camino, con senderos angostos y peligrosos, no era tan sencillo. Los vericuetos de la montaña, que en un principio resultaron nefastos, sirvieron de reparo ante un posible ataque, al distinguir a lo lejos un puñado de gente armada que no resultaba amiga.
Resguardados tras un recodo los indígenas se pusieron en guardia y, por las dudas, escondieron rápidamente los tesoros en una grieta del cerro.
El grupo que de lejos parecía pequeño no lo era tanto, y el encuentro fue sangriento. Cacheuta murió, sus vasallos fueron valerosos, pero los otros los superaban en número y en armamentos: los dominaron.
Sin embargo, no pudieron los vencedores sacarles una palabra sobre lo escondido en la montaña. Pero como estaban en el lugar adecuado y la tierra que tapaba la grieta se notaba recién trabajada, llegaron al sitio del tesoro y se dispusieron a sustraerlo.
Entonces algo pasó: chorros de agua hirviendo surgieron de entre las piedras quemando a los traidores. Murieron en el acto, allí, al Iado de las codiciadas riquezas.
Cacheuta también falleció, pero su espíritu indomable fue el que hizo brotar el agua que terminó con los que no le permitieron cumplir su objetivo.
Para los lugareños, esas aguas son el símbolo de la solidaridad humana, llevan en sí la nobleza de su origen: la hermandad de los pueblos por su libertad. Desde entonces, se brindan generosas a los que acuden buscando alivio para sus males.




EL CARBUNCLO, ETERNO GUARDIÁN
Cuenta la leyenda que los Andes aún esconden el tesoro que los españoles no pudieron robarles a los incas. Desde la cumbre del Aconcagua hasta en la última de las montañas está mimetizado, por nadie se dejará ver. Es fiel a los quechuas, que, huyendo de la tiranía, se dispersaron. La cordillera no tiene apuro, los espera para entregarles el oro y la plata que les fueron robados por los conquistadores.
Los dioses incas han dejado instrucciones: el carbunclo, obediente, espera quieto y silencioso pero con los ojos puestos en toda la línea del horizonte y en las cavernas de los abismos. Porque nunca debe cerrar los ojos, le han encomendado que vigile si regresan los que fueron humillados y masacrados por la codicia.
Cuando. un lugareño de las montañas acompaña a algún viajero, debe advertirle sobre la posible presencia del carbunclo, porque el pánico del extranjero al vislumbrar ese extraño resplandor que mete miedo en los huesos y en la lengua es tal que deben volver al rancho a tomar un brebaje para los nervios.
Ese resplandor, que estalla en rojos, amarillos y azules plateados, suele verse muy bien en noches sin luna. Inevitablemente los viajeros sienten interés por el tesoro a cargo de ese ser extraordinario. Hay quien dice que en  verdad el carbunclo es un quechua enmascarado por los dioses, que esconde en alguna cueva de la cordillera la fortuna deslumbrante.
Los que lo han visto aseguran que el carbunclo es pequeño, tiene el tamaño y la forma de una tortuguita y su caparazón está cubierta de piedras preciosas que aún desconocen los mortales. Sus huesos son de oro y plata y, su sangre, de fuego. Es por eso que durante las noches debe salir a beber agua fresca de las cascadas y manantiales de los cerros, para aplacar la sed que le causan las llamaradas de sus venas-hechas con hilo de cobre sagrado.
La codicia de los conquistadores no logró arrebatar todo. Los dioses se negaron a entregar los más ricos tesoros porque saben que un día servirán para devolver la felicidad a los descendientes de todos los indígenas que fueron humillados y muertos.
Dicen que el carbunclo no es de andar de día, cuando sale el sol se apresura a refugiarse en las grutas; que es muy bondadoso y puede, a simple vista, ver el alma de los hombres, por eso a los que tienen buen corazón les hace descubrir vetas de oro.
Cuenta una leyenda que una vez un conquistador quiso engañado y le preparó una emboscada: su objetivo era quitarle todo, para luego asesinado. Muy lejano al de la riqueza fue el destino del hombre. El carbunclo, al saberse amenazado, no dudó: lo fulminó con el resplandor de las piedras preciosas.
El resultado de la codicia fue la ceguera. El español, ciego, mientras huía trastabilló y terminó en un hoyo colmado de ratas hambrientas que lo devoraron. Por eso, aunque nadie sepa donde vive, todos conocen su custodia, atento para actuar cuando sea necesario, para obsequiar o para castigar, según sea el caso.




 EL NIÑO DUENDE
Cuentan algunos que se trata de un niño que murió sin ser bautizado, otros dicen que es un niño malo que golpeó a su madre. La cuestión es que luce muy pequeño, con un gran sombrero, y llora com0 un bebé; aunque no sea exactamente eso. Una de sus manos es de hierro y la otra de lana. Suele estar agazapado, a la espera que aparezca alguna persona, entonces le pregunta con qué mano quiere ser golpeado. Aunque el asaltado, prudente, elija la de lana, algunos dicen que él no dudará en usar la de hierro.
Otros, en cambio, aseguran que los que inocentes optan por la de lana reciben un castigo mayor porque es esta la que en realidad más duele.
Sus ojos son malignos y sus dientes afilados en las puntas como agujas. Se les aparece a los desprevenidos a la hora de la siesta o, a veces, en mitad de la noche en los cañadones o quebradas. Generalmente elige niños de corta edad, porque los asusta más fácilmente, pero también golpea sin piedad a los mayores.
En los Valles Calchaquíes se recuerdan dos extrañas historias que tienen al duende como protagonista: la primera habla de un arqueólogo que, de puro valiente, se internó en el cerro durante las horas de la siesta. Paseaba tranquilo cuando lo sobresaltó oír el canto de un pequeño. Al pararse, vio a un niño arrodillado y con la cabeza entre sus manos. Cuando le preguntó qué le pasaba, el niño levantó su maligno rostro y le mostró sus afiladísimos dientes.
            .Mientras sonreía, le dijo:
- Tatita, mírame los dientes...
El pobre hombre salió corriendo tan rápido como las piernas se lo permitieron y nunca más se lo vio por aquellos pagos.
La otra historia cuenta que en Tafí del Valle, parece ser que la oportuna aparición de un lugareño salvó a un niño de quién sabe que encantamiento. El duende estaba dándole charla en un zanjón alejado, también durante la siesta. Por ese paraje nunca pasaba nadie y el niño seguramente llegó hasta allí desobedeciendo a su  madre. Pero quiso la suene que un perro cachorro se escapara y su dueño que hacía rato le venía siguiendo el rastro, se acercara a ese zanjón desolado, cuando el duende -llamado por los lugareños -enano del zanjón" - huyó.
Por eso los más viejos aconsejan no exponerse a la hora de la siesta fuera de la casa, sobre todo si se es aún un niño o un extranjero.



 EL HORNERO
Cuentan que hace muchos años un poderoso estanciero vivía en medio del campo. El hombre tenía una única hija y destinaba el mayor tiempo posible a cuidarla con dedicación y afecto.
La niña creció, se convirtió en una hermosa muchacha que inundaba de alegría la enorme estancia.
Ocurrió que un día, ante el deterioro de una pared de la casa, el estanciero convocó a un albañil del pueblo vecino conocido por sus habilidades. Pero el hombre estaba enfermo y envió a su hijo, a quien le había enseñado a realizar el trabajo.
Cuando el muchacho llegó a la casa, ansioso de comenzar cuanto antes, pidió al dueño que le mostrara el lugar del problema.
El joven se dedicaba con ahínco a su tarea, hasta que una mañana se encontró con la bella hija del estanciero. Y sucedió lo inevitable: se miraron y un soplo de amor los envolvió.
Los jóvenes, en un comienzo, trataron de disimular sus sentimientos, pero eran tan intensos que empezaron a ser evidentes. Cuando el padre de ella se enteró de la situación, se enfureció y le prohibió que volviera a ver al muchacho.
La pareja, haciendo oídos sordos a las severas advertencias del viejo estanciero, continuó su romance.
Entonces, el padre, al no ser obedecido se encegueció de odio y celos. Una tenebrosa noche sorprendió solo al desprevenido muchacho, lo golpeó con fuerza en la cabeza y, desmayado, lo arrastró hasta un lugar apartado del campo donde lo esperaban sus serviles peones. Lo tiraron al suelo, lo envolvieron con cuero mojado y lo ataron firmemente a cuatro estacas. Y allí quedó a la espera de la muerte. El plan consistía en aguardar a que el cuero encogiera al calor del sol comprimiendo el cuerpo del pobre enamorado hasta que sus huesos se quebraran. Así quedó estaqueado durante siete días.
Cuando el estanciero volvió con sus hombres a comprobar el resultado de su crueldad vio sorprendido que el cuero todavía estaba atado, aunque no parecía haber ningún cuerpo en su interior. El desalmado tomó su cuchillo y deshizo el envoltorio. Como por arte de magia, apareció entre los tientos un gracioso pájaro de color marrón rojizo: el hornero.
Desde entonces, este pajarito es conocido como un excelente albañil que construye su pintoresca casita con barro y ramas.





LEYENDAS MOCOVIES

ORIGEN DEL COLOR DE LOS PÁJAROS
Del Zorro y la Chuña
Para el aborigen el zorro es un animal astuto y por ello temido debido a que nunca sabe si su astucia será para bien o para mal, por eso cada vez que se le dice a una persona ¡Sos un zorro! hace referencia a esta característica.
Esta historia comenzó cuando en el Chaco hubo un largo período de sequía y grandes calores, por lo tanto el agua escaseaba debido a esto en los lugares que había un charco su dueño lo protegía y en este caso era una chuña la dueña absoluta de la aguada.
Un sediento zorro observaba el charco pero conociendo el carácter de la chuña dudaba de acercarse; pero la sed era más grande y venciendo su temor se acercó lo más simpático que pudo y le rogó que le dejara beber. La chuña recordando muchas picardías que el zorro le hizo a ella y sus parientes, le dijo que no y lo desafió a una carrera, el primero en llegar se adueñaría del charco. Como el zorro no vio dificultad en ganarle aceptó.
Cuando estaban en posición, el zorro sabiendo lo cansado que se sentía saltó antes que la chuña impartiera su voz de largada, pero la chuña con grandes zancadas llegó antes, esto no le gustó al zorro, e igual quiso beber, empujó a la chuña, y se produjo así un enfrentamiento entre ellos; en un momento de la pelea la chuña le dio una patada que lo hizo dar una vuelta por el aire cayendo sentado arriba de un tronco de un árbol quedando aprisionado por su parte trasera, los gritos de dolor y de angustia no mortificaron a la chuña ni a otros animales del bosque debido a que conocían las mañas del zorro, pensaron que seguramente era otra de sus zorrerías.
Ya habían pasado cuatro o mas días cuando el zorro vio acercarse un remolino y con lo que le quedaba de voz le pidió ayuda (el remolino es un duende que viene dando vueltas y vueltas) el duende se acercó al zorro y recordando, aunque parezca extraño, que en el pasado este le prestó ayuda; lo liberó.
Lo primero que hizo el zorro fue comer todo lo que encontraba en su camino; chañar, mistol que abundaban en esta temporada, pero muy afligido veía que todo lo que comía no era retenido, se le caía por atrás. De nuevo angustiado pidió a gritos que alguien lo ayudara. Todos oyeron su lamento, pero nadie se atrevía a acercarse a él, solamente lo hicieron las "rubiecitas" -avispitas doradas- (descendientes del pueblo que no conoció el mal) le taparon su parte trasera con cera fabricada por ellas, el zorro probo de nuevo alimentarse y al ver que retenía las frutas agradeció a las rubiecitas pero cuando quiso hacer sus necesidades hizo un pequeño esfuerzo y cayó toda la cera, encontrándose en la misma situación.
Volvió a pedir ayuda y esta vez fue a la "boquilla de barro" -avispas negras del árbol- (descendientes del pueblo que no conoció el mal) que lo ayudaron, taparon con barro la parte afectada; el zorro probó algunas frutas y haciendo un esfuerzo vio que su parte trasera resistía, esto lo llenó de confianza y comenzó a comer abundantemente hasta quedar satisfecho, pero cuando quiso hacer su necesidad no pudo debido a que la boquilla de barro se olvidó de hacer un agujerito.
Los días pasaban y la panza del zorro estaba a punto de explotar, este se revolcaba de dolor, en esta ocasión todos los animales y pájaros querían ayudar pero no sabían como, fue entonces que se presentó el pájaro carpintero con su poderoso pico ofreció darle la solución al zorro, haciéndole una abertura para aliviarlo de su dolor.
Al saberse esto todos los pájaros acudieron al lugar (en esa época todos los pájaros eran grises, ninguno tenía color).
El carpintero presto a iniciar su tarea miró a su alrededor y vio a pájaros de todas las especies queZorro comenzaron a rodearlo y preocupado por lo que pudiera pasar pidió que se alejaran, pero ellos curiosos no le prestaron atención.
Entonces comenzó con su tarea, cuando estaba a punto de terminar volvió a insistir que se alejaran pero nadie le hizo caso, de pronto se oyó una gran explosión y el producto del zorro manchó a todos, el primer pintado fue el propio carpintero, la sangre manchó su cabeza de allí su copete rojo, todos, por igual fueron salpicados, las más tímidas, las palomitas, que estaban un poco mas alejadas del lugar; solo sus patitas fueron salpicadas por un poco de sangre, por eso siguen siendo grises como su antiguo color.
Debido a este hecho los pájaros obtuvieron sus colores.
Hasta el día de hoy en nuestra comunidad cuando se acerca un pajarito por sus colores sabemos si es curioso o no.
Relato: Francisco Ferrer
Chuña: lechuzón de los campos